martes, 4 de mayo de 2010

La Niña Dinero: Parte 1

Erase una vez, una pequeña niña que vivía en un gran frasco de vidrio. Los 7 días de la semana, durante los 12 meses de cada uno de sus años cumplidos, recibía una moneda. La primera vez, la niña se llevo un gran susto, pues vio como, por la ranura en la tapa de su frasco, caía una moneda casi de su tamaño. A duras penas pudo esquivarla ese día, y durante la semana siguiente, vivió en terror, corriendo en círculos cada vez que una nueva moneda caía. Sin embargo, la pequeña logró acostumbrarse, pero seguía sin saber por qué o de dónde caían estas monedas. Pasaba sus días inspeccionándolas, detallando cada una de sus características. Notaba como algunas tenían números diferentes, otras tenían colores diferentes. El tiempo pasaba y nunca terminaba de descubrir algo nuevo acerca de las monedas; los diferentes grabados que tenían, las variaciones en tamaño. Pero nunca podía entender por qué llegaban o más importante aún, para qué servían. Por medio de la experimentación, pudo llegar a ciertas conclusiones sobre las monedas: las mas pequeñas y ligeras, las que no sonaban a metal, eran las mas adecuadas para dormir. En las más brillantes podía ver su reflejo y armar sus trenzas con propiedad. Aquellas con perfiles de personas en un lado resultaron ser las más conversadoras. Y esas monedas de dos colores eran perfectas para lamer, pues tenían dos sabores diferentes. Pero la pequeña niña seguía sin saber por qué las monedas seguían entrando. Un día, llegó una moneda peculiar, diferente a todas las que había visto hasta el momento. Era pequeña y tenía un hueco en el centro. Tras pensar por un corto tiempo, decidió que lo mejor sería utilizarla a manera de tutú, pues el suyo, rosado, había perdido su encanto y entrado en lo monótono.

El tiempo continuó su imparable marcha y las monedas no paraban de caer día tras día. De pronto la pequeña afrontaba un problema. Con cada nueva moneda, la tapa del frasco se acercaba más y más. La niña estaba asustada, pues no sabía que hacer cuando llegase a la tapa. La ranura era muy delgada para que su tutú pasara, y la tapa era muy grande como para levantarla. Una mañana la niña se despertó y notó que faltaban pocas monedas para llegar a la tapa. Sintió como la desesperación la llenaba y empezó a mirar en todas direcciones. Monedas. Solo eso veía. Monedas, monedas y mas monedas: de todos los colores, y sabores. Solo monedas. Y justo cuando la desesperacíon la vencía, descubrió un pequeño espacio entre dos monedas. Se acerco y pudo ver el vidrio del frasco. Apartó las monedas y entonces lo vió a través del frasco. Aquello que combaría la función de sus monedas.

1 comentario:

  1. Me encantó tu pequeña historia. Yo tengo una dificultad en escribir cuentos cortos, y en leerlos. Pero me gusto mucho el tuyo, me recuerda a cuando era pequeña y mi madre me contaba historias. Esa inocencia vino en mi por unos instantes, gracias.

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